El cáncer no avisa a nadie. – lo que nadie ve

Prometí pasar por aquí cada lunes, en realidad hoy es un lunes un poco extraño, estamos en casa de mi suegra, llevo horas trabajando (es casi mediodía) y todavía estoy en pijama, los niños no tienen colegio y están por aquí revoloteando y sintiéndose los dueños del mundo. Imaginad, les dejan hacer lo que quieren…  pero no podía fallar a mi compromiso, y mucho menos teniendo en cuenta que es el primer lunes de nuestra cita.

Os quería hablar de lo guay de este fin de semana, no de planazos ni milongas, simplemente de lo que suma el hecho de pasar tiempo en familia, lo fácil que es y lo difícil que lo hacemos todo. Que basta con un paseo en la montaña para conectar con uno mismo y estar mejor con los demás. Para contarles historias y aprender juntos.

Pero también me pasó algo que me hizo cambiar de opinión, es precisamente eso lo que os quiero contar… No será tan bonito, ni tan inspirador, pero es igual de real, aunque sea invisible, y de algún modo necesito soltarlo.

 

Si hablamos de cáncer podría ser una de las primeras en levantar la mano y decir que me encuentro bien, no siempre es así, pero en general (si hago balance) siempre me quedo con lo positivo y no hay nada más positivo que pensar que estoy aquí y hoy por hoy, estoy bien.

Pero el tratamiento arrasa y los efectos siguen ahí durante años y años, por no hablar de que sigo en tratamiento, que ni mucho menos tiene que ver con la quimio de entonces, pero que sigo sufriendo sus efectos. Y los sufro más que menos. Sigo siendo hiper positiva, y alegre, y feliz, y con ganas de comerme el mundo. Pero también soy consciente de que vivo en un vaivén de emociones que se escapan a mi control,  porque los tratamientos hormonales tienen eso, que te hacen sentir un títere de tus propias emociones, que lo mismo ríes y de repente lloras como si no existiera el mañana y sintieras el peso del mundo a tus espaldas. Y esas son las cosas que nadie ve, y no hay nada que hacer, en momentos así solo queda dar rienda suelta a esa congoja que sientes y soltar toda tu angustia, aunque en realidad no sabes ni qué la ha provocado. Pero lloras, lloras y lloras hasta que sientes que ya está, y sobretodo intentas no perder el norte y tener siempre presente que no eres tú, que no te estás volviendo loca ni nada parecido, y que eso no es más que los efectos de un puñetero tratamiento, que pasará la crisis y que al día siguiente o ese mismo día volverás a sentirte en la cima del mundo.

No pasa nada, no hay problema, todo sigue igual, nadie se dio cuenta, pero ahí esta… y me guste o no, nos guste o no (seguro que alguna, o muchas me entendéis) volverá a pasar. No dirás nada, en realidad nada ni nadie puede ayudar, pero será tu pena invisible, una secuela más, el precio por vivir, y si hablamos de vida… mi respuesta siempre será la misma. Vale la pena.

 

A ti, que has pensado… Esa soy yo cuando lloro y no sé porqué, cuando me enfado con el mundo sin motivo aparente… Quiero que sepas no estás sola, que esto pasa y la vida no es peor por ello, que debemos intentar siempre que nuestro yo más racional se imponga, porque así, solo así, serás capaz de entender que eso no es más que un estado pasajero que nada tiene que ver con todo lo bonito, y lo mucho que la vida tiene para ti, y tu para ella. No olvides nunca que para avanzar y crecer hay que saber soltar, hazlo sin miedo, hazlo sin culpa, y sobretodo hazlo pensando que es un bien para ti.

 

Nos vemos el próximo lunes.

Un fuerte abrazo,

Vane

Scroll to Top

Si continuas utilizando este sitio aceptas el uso de cookies. más información

Los ajustes de cookies de esta web están configurados para "permitir cookies" y así ofrecerte la mejor experiencia de navegación posible. Si sigues utilizando esta web sin cambiar tus ajustes de cookies o haces clic en "Aceptar" estarás dando tu consentimiento a esto.

Cerrar