
Pasan los meses, llega otro verano más y sigo igual.
Esta es la cruda realidad de la mastectomía. Lo escondes, lo disimulas como puedes hasta que al final te cabreas con el mundo, te ofuscas, piensas que no hay derecho y la rabia te invade… ¿Por qué?
¿Acaso no es suficiente pasar por toda la enfermedad?
Acabas el tratamiento y en lo único que piensas es en darle una patada al puñetero cáncer de las narices. Pero no. No puedes. Te queda la reconstrucción. Habrá quien no la quiera y toda decisión es respetable, pero en la mayoría de los casos, esperas a que llegue ese momento con muchísimas ganas. Y esperas, 12 meses post radio será tu momento, cuando la piel esté recuperada para la intervención. Cuidas tu piel al máximo para que nada se interponga, que no haya obstáculo posible. Y esperas, esperas, y sigues esperando y sigues y sigues…. esperando para una reconstrucción como quien mendiga algo. Preguntas en cada visita, casi suplicas por ella en cada revisión, y el equipo sanitario lo haría, si pudiera lo haría.
Y me pregunto si no es suficiente calvario el que pasamos, no es suficiente experimentar los infiernos del tratamiento como para sumarle tal insufrible espera…
Llegar a verte calva, sin cejas, ni pestañas, llegar a tener pies y manos que no quieres ni mirar, perder las uñas, sin teta, con menopausia a los 35, mil sofocos al día, las neuronas locas, tener dolor, pasar días hasta sin fuerzas y lo dejo aquí porque no acabaría con la interminable lista de regalos que el cáncer trae bajo el brazo…
Me parece que todo lo que pasamos ya es un precio bastante alto, que pasado esto mereceríamos, como mínimo, una rápida reconstrucción para poder permitirnos el lujo de intentar, solo intentar, ser como antes de que el cáncer llegara y arrasara con nuestras vidas.
Tengo 38 años, me gusta ir a la playa, solía hacer topless, ducharme en el gimnasio cuando me apetecía y vestirme como quisiera, ya no puedo hacerlo, o si pero no lo hago con la libertad que sentía antes. Ahora no todo sigue un criterio estético, sigue el criterio de ¿Se me nota la teta grande?
Un expansor con algo más de 500ml de suero, duro como una piedra que se te clava en las costillas y duele día sí y día también vs a mi teta de verdad, de la talla 85 (unas cuatro veces más pequeña).
Es estético, lo sé… y quizás penséis que es frívolo y que carece de importancia comparado con la enfermedad, que estoy “sana” y eso es lo que importa. Así es, por supuesto que la salud es lo más importante, pero la reconstrucción también.
Esta es mi realidad ante el espejo, es lo que veo cada día al salir de la ducha, es lo que siento cada vez que me estiro y me clavo ese plástico duro en forma de teta.
Estoy harta y cansada de esperar y le gritaría a cualquiera que:
¡Esto es también parte de la enfermedad!
No hay derecho al machaque psicológico al que se somete a la mujer mastectomizada por las interminables esperas. Y aún puedo sentirme afortunada por tener dos tetas, descompensadas pero dos. Quien no tiene un expansor a modo de prótesis provisional también sigue la misma espera. ¿Puedes imaginarlo?
¿Qué pasa con los hospitales? Como puede ser que no se solucione algo así. Cada vez hay más casos y más jóvenes y no hay soluciones. Necesitamos soluciones rápidas. No cuando se nos vaya la juventud.
No sé para qué servirá esto, yo necesitaba soltarlo. Ojalá llegue a manos de alguien que pueda hacer algo y ayude a regularizar semejante situación.
De momento, aunque esté hasta las mismísimas narices, sigue… #mividaconexpansor
Os contaré los avances.
Foto de KIRSTEN GÓMEZ