
No planeé escribir este post pero aquí, además de compartir parte de mi vida, he gritado, pataleado y me he desahogado siempre que ha sido necesario, y hace un par de días necesité lanzarme a escribir con mucho desespero.
Es fácil reconocer a una persona en tratamiento, saber que está enferma cuando la evidencia física le acompaña, e incluso va por delante. Para muestra la foto, seguramente mi foto más dura, dudo que tenga otra más transparente.
Sin pelo, sin maquillaje, sin cejas, sin pestañas y blanca a pesar de que estábamos en pleno verano.
Jamás imaginé que publicaría una foto así pero llevo días sudando la gota gorda y rabiosa con cada sofoco, y una de dos, o ponerme a escribir o echarme a llorar (una vez más)…
Sí, has leído bien, llorar.
Y te preguntarás… ¿Por sudar?
Sí. Por sentir fuego dentro de mi cuerpo, por querer gritar y llegar a sentir que te molesta todo, hasta que alguien te diga algo, incluso mis propios hijos discutiendo a mi lado, y créeme, eso me duele en el corazón. He llegado a pasar apuro por la sensación de notarme como si estuviera bajo la ducha, cuando en realidad estaba en una boda.
Yo ya no sé si es la menopausia inducida por la quimio, de eso ya hace más de dos años y la cosa debería haber mejorado, si es el tamoxifeno (tratamiento oral) o si es el resultado de la combinación de ambos.
Entre los sofocos que cada vez van a peor, los dolores, el insomnio, el cansancio que con este calor se nota más y hay días que necesito repetirme a mí misma PUEDES para hacer cualquier cosa, y puedo, vamos si puedo, pero… ¿A qué precio?
Eso me lo guardo, solo lo sabe una misma, aunque admito que no pienso dejar de hacer lo quiera y siempre voy a seguir repitiéndome eso de ¡PUEDO!
Después de pasar por la etapa en que físicamente todo es evidente. Cuando el pelo vuelve a crecer, cuando tus mejillas vuelven a tener color, y tu imagen vuelve a ser un poco más tú ante los demás…
¿Qué pasa después? ¿Un día de repente vuelves a la normalidad?
Llega ese día en que parece que, como la tormenta pasó, ya todo está superado.
No es así, la tormenta pasó, pero cuanto arrasó a su paso… Hacer el recuento post catástrofe siempre es algo muy complicado.
Y tú estas con esa extraña sensación de sentirte desubicada, (me gusta utilizar un símil) <Como si te soltaran en un carril de la autopista>, quieres pisar el acelerador porque sabes que debes alcanzar la velocidad de los demás pero tu carril está lleno de baches y piedras, mil obstáculos que hacen más difícil el camino, te cuesta mucho más hacer lo que antes era tan sencillo como presionar un pedal.
Todo lo peor pasó y no hay nadie que se alegre más que una misma de que así sea, pero en momentos de sofocos mil, sofocos de verdad, de esos que jamás te has imaginado hasta que los has sentido en tu propia piel, cuando notas que la temperatura de cuerpo empieza aumentar y acabas como un volcán en erupción, aferrada a un abanico, ventilador o lo que buenamente puedas para aliviar un poco esa sensación. Puedes reírte pero alguna vez he llegado a pensar que iba a dislocarme la muñeca del ímpetu por el desespero de abanicarme…
En esos momentos, cuando sientes Arrrhggg de verte sudando sin parar, no puedo evitar pensar en la mala costumbre que tenemos de preguntar afirmando… cuando te dicen (o decimos, porque lo hacemos todos)…
Ya estás bien. Que bien que estás.
Porqué no, no estoy bien. Superé lo malo, pero no soy quien era. Y los efectos secundarios hay días que me dan repelús, esa sensación de sudar y sudar, me pongo de los nervios cuando paso noches viendo el reloj y la cabeza no puede parar de darle vueltas a todo. De verdad no entiendo como se puede estar cansada, cansada y meterte en la cama y que a la cabeza le de por organizar la vida y proyectos de toda la familia.
Y que conste, que todos los comentarios son con la mejor intención del mundo. Pero tenemos la mala costumbre de preguntar sin preguntar, y lo hacemos todos.
Igual que tenemos la mala costumbre de responder mentiras.
Estoy bien, la respuesta estrella.
No te lo crees ni tu.
Pero le he dado muchas vueltas y creo que la respuesta es acto reflejo de la balanza que hace tu mente. Igual que la sonrisa perenne porque valoramos la vida, pese a todo, la vida vale mucho, y todo lo escrito son daños colaterales, el precio por vivir y estoy muy agradecida por ello, no me cansaré de decirlo, me lo recuerdo yo y lo comparto con vosotros.
Pero una cosa tengo muy clara, ojala no te hubiera conocido nunca Sr. Cáncer de las narices. Ojalá nadie te conociera.